Con un gol agónico de Marcos Rojo, Argentina superó 2 a 1 a Nigeria y clasificó a octavos de final del Mundial. Messi abrió el marcador tras un gran pase de Banega.
Por la última fecha del Grupo D, Argentina superó 2 a 1 a Nigeria en el Estadio de San Petersburgo y clasificó a octavos de final. Tensión desde entrada, los africanos sabían que podían arruinar el objetivo pero esta Selección se puso firme. Desde entrada, un bloque ordenado atras y con Lionel Messi a la derecha y una sociedad activa con Enzo Pérez y Gabriel Mercado, amenazaba el arco defendido por Francis Uzoho. No parecía fácil, pero todo se puede de la mano del 10: Ever Banega saca un pase magistral, para habilitar a Lionel Messi quien corre, acomoda y con la derecha pone un remate inatajable para el uno a cero. Era una locura en Rusia de parte de los argentinos, en la cancha, en las tribunas o distribuidos por el mundo. Acá en el país también lo fue y eso fue la inyección animica para dominar en el primer tiempo.
Tuvo otro la Albiceleste, con un tiro libre del hombre del Barcelona, que beso el palo al que Uzoho no iba a llegar para ponerle más tensión a esta final anticipada en primera ronda. No hubo mucho más, si superioridad, pero no claridad de cara al arco.
El segundo tiempo tenía en frente a una Nigeria distinta. Las Aguilas salieron a buscarlo, con Victor Moses como bandera. Como si sufrir fuera parte del ADN argentino, al comienzo cayó un balde de agua fría: Javier Mascherano sostiene a un hombre de verde en el área, lo toma con más inocencia que oficio para un hombre tan experimentado. El árbitro consultó el VAR y lo peor se dio: Penal para los africanos. Moses cambió por gol y sembró angustia, nerviosismo y lo peor empezaba a recorrer el cuerpo de todo el que portara algo celeste y blanco.
Enseguida, Jorge Sampaoli entendió que había que buscarlo: Ingresa Cristián Pavón a la cancha por Enzo Pérez, que segundos antes, controla mal para que un lateral nos complique la vida. Quemana naves el técnico, que también puso en cancha a Maximiliano Meza y Sergio Agüero por Ángel Di María y Nicolás Tagliafico. Hubo insistencia, poco clara, sin ideas pero con corazón. Lo tuvo Gonzalo Higuaín, que la tiró por arriba del travesaño, como si estuviera maldito con esta camiseta y que empeza a generar un nerviosismo tapado de angustia. Nobleza obliga: El arquero de River, Franco Armani, fue clave. Tapó un mano a mano que pudo ser la sentencia de muerte para el equipo argentino, pero su buen momento se hizo sentir con un achique tremendo.
Había una vida más, porque nacimos para sufrir y para sostener estos momentos con el alma: Cristián Pavón recibe, piensa y ve pasar a Gabriel Mercado, que no estaba fino pero sacó un centro fuerte al área. No estaba Agüero, ni Higuaín, ni Messi. Marcos Rojo, que antes había tenido problemas con el VAR, que había rechazado con el pie el peligro en la primera parte con alto riesgo, definió con un balazo. Esa pelota se metió, para que nos rompamos la garganta, para que nos desgarremos la camiseta del pecho y besemos el escudo.
El lateral del Manchester United corría desenfrenado y enloquecido de alegría, a cuestas, llevaba a un Messi que también estaba euforico. Llegaban Pavón y Mercado, colaboradores en la jugada. Se sumaron todos, abrazo de casi 30 hombres que representaron a 40 millones, uno arriba del otro y todos encima de Rojo. Y si, argentino se nace y se muere, sufriendo y acarreando.
Ahora se viene Francia, habrá tiempo para pensar, para idear y para conseguir el objetivo: Conquistar Rusia y el mundo, porque el 10 y esta generación, hoy demostraron que un poco se lo merecen.